lunes, 14 de junio de 2010

El collar de la paloma, de Ibn Hazm

Todo estaba ya inventado, porque todos somos, como dice don Manuel, hijos del vaivén. Ya se podía escribir un tratado, todas las situaciones que vinieran después se podrían aplicar a algún pasaje de "El collar de la paloma", un ensayo sobre el amor. Hace mil años, entre pesadillas, mientras ardía su memoria de tiempos de grandeza del Califato cordobés, Ibn Hazm iba rumiando la obra que más contribuiría a hacerle inmortal.

Ibn Hazm de Córdoba, nacido el año 994, criado en los
últimos estertores de grandeza de la corte de Almanzor, es el tipo que está hecho estatua delante de los arcos que hay junto a la puerta de Sevilla y hecho calle entre el Brillante y la Cuesta Negra, con la transliteración de "Abén Hazam". Un hombre al que las revoluciones de 1009 en adelante pillaron por sorpresa, derrumbando su mundo, su familia, sus sueños y sus aspiraciones; quizás también parte de su carácter. Se convirtió en lo que se llamaba un legitimista omeya, es decir, alguien que soñaba, en medio de los ríos de sangre de las guerras civiles de Al Andalus, con restituir en el poder a un Omeya que volviera a reinar sobre todo el antiguo imperio cordobés.

Y entretanto, desde el exilio en las taifas de Levante, escribió una pequeña joya en treinta capítulos (muy cortitos, la mayoría), en la que se sumerge en todos los matices de una relación sentimental, recordando de vez en cuando detalles de la Córdoba que ya no existía (
un pasado roto no es nada...) y refiriéndose constantemente a los recuerdos de su infancia entre las concubinas de la corte.

En medio de cada capítulo, el autor incluye poesías de su propia cosecha (que al traducirse, como pasa normalmente, pierden casi toda la gracia), además de historias con moraleja y enseñanzas de su propia experiencia.


Sentado debajo de un árbol, en las últimas mañanas frescas antes del verano, con el "Collar" entre las manos, resulta fácil comprender que las personas no han cambiado demasiado en el último milenio. Tenemos los mismos deseos, las mismas ilusiones y muy parecidos problemas. A través de la pluma de Ibn Hazm, los cordobeses del siglo XI nos siguen ayudando a explicarnos a nosotros mismos.


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"El collar de la paloma", Alianza editorial. Versión de Emilio García Gómez, bolsillo, 350 págs.

viernes, 11 de junio de 2010

El Palace antes de volverse mohoso




Han caído en mis manos unos cuantos folletos que mi compañera pucelana definiría sabiamente como "añejos", y la verdad es que no sabía por cuál empezar a publicarlos aquí. He elegido este del desaparecido Hotel Meliá, entonces "Córdoba Palace", porque es uno de los más antiguos (de entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta) y, en mi opinión, de los más curiosos.

Así que, para no aburrir, os dejo directamente que disfrutéis del estilo publicitario de la época. Con aire acondicionado, teléfono e incluso aparato de radio en cada habitación, ¿quién no querría venir al "corazón de la romántica y legendaria Andalucía?"











































domingo, 6 de junio de 2010

El algarrobo del Patriarca: ¿cómo de centenario? (y II)

Capítulo Dos: la leyenda del algarrobo del Moro

(Capítulo Uno: el árbol)


Hace unos años,
cuando ya conocía el algarrobo del que hablamos en la entrada anterior, leí en la "Palestra Sagrada" de Sánchez Feria una vieja historia sobre una imagen religiosa encontrada en las cercanías del cerro de las ermitas. Hacía referencia a un árbol de esta especie y desde entonces no puedo dejar de preguntarme si estamos hablando del mismo lugar. Os hago copia-pega de la historia según este autor:

Los "Paseos por Córdoba" más o menos vienen a corroborar el relato, aunque se sustituye el terremoto por una tormenta y varía la fecha un par de días.

Refiere la historia que un niño de siete años llamado
Bartolomé de Pedroza fue el día de 7 de octubre de 1680 a buscar un haz de leña. Ya muy lejos de la población se armó una gran tormenta de agua y grandes exhalaciones que acobardaron al niño, pensando si volverse o no a su casa, cuando vio entre las matas una horrible culebra en dirección suya. Entonces corrió a esconderse entre unas peñas, donde encontró esta imagen, que trajo a Córdoba, entregándola al rector de su parroquia, Santa Marina, don Fernando Dávila, quien, para darla título, puso varias papeletas y sacó una, tocándole el de Villaviciosa. Donola al convento del Cister, recién establecido, y cuya comunidad la ha conservado con extremado culto.











La expresión "al pie del cerro" es un poco ambigua, pero puede aplicarse al lugar del algarrobo que conocemos, porque desde allí todo es subida (y dura) hacia las ermitas, y nos metemos en la falda de la montaña. La foto en la que se ven el árbol y el cerro puede resultar engañosa a este respecto. Y curiosam
ente, a unos metros del árbol se encuentran unas antiguas canteras, similares a las conservadas junto al Castillo de la Albaida que, si dejamos volar la imaginación, podrían identificarse con los peñascos de la leyenda.

Cada uno es libre a la hora de interpretar el tema como quiera. La
identificación del árbol con el "algarrobo del Moro" es algo que nunca será posible probar, pero que tampoco me parece descabellado. Implicaría que en 1792, hace 200 años, al imprimirse la "Palestra" (y no en 1680, según entiendo al leer el relato), el algarrobo era ya tan grande y conocido que tenía nombre propio y sirvió al autor para orientar a los lectores sobre el lugar del suceso. Aquí quedan la leyenda, la literatura y la imagen encontrada en aquel lugar a finales del siglo XVII, y conservada en el Císter, en el primer altar del lado de la epístola (fuente). Allí, esperemos que por muchos años, queda el monumental algarrobo del Patriarca.

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Para el que se encuentre algo confuso con el tema, aclarar que esta imagen es sólo una de varias con el mismo título que se han venerado históricamente en Córdoba.

viernes, 4 de junio de 2010

El algarrobo del Patriarca: ¿cómo de centenario? (I)

Capítulo Uno: el árbol

(Capítulo Dos: la leyenda del algarrobo del Moro)

¿Cuántos atardeceres ha visto uno de los seres vivos más viejos de Córdoba y sus alrededores? Resulta imposible aproximarse a una respuesta, con los métodos que conocemos, antes de que acabe por morir de forma natural o, más probablemente en este mundo que nos ha tocado vivir, de ser tristemente talado.















En la zona del Patriarca, más cerca ya de las primeras casas de Santa Ana de la Albaida, hunde sus raíces un algarrobo (Ceratonia siliqua) que, aunque menos conocido que el de la loma de los Escalones, cuya edad se estima entre 350 y 400 años, se le aproxima en sus dimensiones. Realmente es muy complicado dar un dato fiable hasta que no se corta el árbol y se cuentan los anillos, porque además la toma de una muestra radial se complica cuanto más dura es la madera, siendo, para colmo, más complicado contar los anillos estacionales en especies de hoja perenne.

Este algarrobo centenario viene señalado en la conocida como "ruta verde" de los
Paseos por la Sierra de Córdoba, y creo recordar que durante un tiempo tuvo un cartel explicativo sobre cómo sirvió de fuente de alimento en las épocas del hambre.











El árbol tiene tres enormes fustes que emergen de un tronco principal cuyo perímetro a ras de suelo es complicado de definir, por la sedimentación en el lado norte y la erosión del lado sur. De todos modos, se acerca a los diez metros (espero poder traer las medidas más precisas en breve). Los diámetros N-S y W-E son, respectivamente, 16,5 y 14 metros. A pesar de ello, no está en la lista de árboles singulares de la provincia, lo cual debería corregirse de inmediato, dándole protección ante cualquier futura agresión urbanística.

Y aunque el algarrobo del Patriarca, por su propia historia vital, ya merecía una entrada en este blog, hay algo más que me tiene escamado, y que quería compartir aquí desde hace tiempo. Una leyenda local, de las llamadas "tradiciones piadosas", que remite a este lugar y quién sabe si a este árbol en concreto.


Para no alargar el tema, partiré la entrada, y os la contaré en un par de días.