sábado, 31 de enero de 2009

Mirando a La Meca

La construcción de enormes arrabales alrededor de Córdoba durante los siglos IX y X llevó aparejada la dotación de éstos con algunos servicios básicos, uno de los cuales eran los cementerios. El descubrimiento de un maqbarat o cementerio musulmán proporciona a los historiadores y antropólogos una gran cantidad de material de trabajo, desvelando claves de cómo vivían y, por tanto, cómo morían, los habitantes de las antiguas ciudades. La retracción urbana de Córdoba tras el período califal permitió la conservación intacta de sus cementerios más alejados del núcleo urbano moderno.

Las imágenes corresponden a la concentración de enterramientos que se localizó hace algunos años al inicio de la carretera del aeropuerto, antes de llegar a Urende, a la derecha. La excavación sistemática sacó a la luz centenares de cuerpos que habían sido sepultados según el rito musulmán, mirando hacia la Meca y sobre el costado derecho. Actualmente este yacimiento ha sido destruido, pero nos ha quedado, curiosamente, la vista aérea de Google Earth, tomada en el verano de 2007, que muestra con claridad la dimensión de este cementerio de barrio.

martes, 27 de enero de 2009

Milenario (4): el oscuro camino hacia la guerra

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Día sombrío, día aciago, aquél en que el más poderoso ejército de la Península se reunió en los campos de Córdoba. Aquella mañana, cordobeses, una época entera de la ciudad dejó de pertenecer al presente para convertirse en mito, en carne de leyendas. La gran capital del Califato ya viviría para siempre en la imaginación, con sus paredes blanqueadas, sus caminos lujosamente pavimentados, sus palacios, sus baños y mezquitas, el olor de las especias en su zoco, el murmullo de las discusiones sobre filosofía clásica en los jardines de las escuelas.


Córdoba entraría al mundo de las ciudades legendarias, las que la literatura universal, histórica o de ficción, ha descrito tantas veces. El sabor de lo perdido, de la exótica Bizancio, de las civilizaciones de Etiopía, de las lenguas que ya nadie habla. Todo lo que un día brilló, y que ya nunca volverá de las sombras.

Ese día, el ejército del Califato de Córdoba fue convocado por última vez, quién sabe dónde. A lo mejor en los campos de Rabanales, cerca de al-Zahira. Quizás en los llanos de la Albaida, o en el Campo de la Verdad. A vista de pájaro, miles de soldados en perfecta formación, como hacía sólo diez años los colocaba Almanzor. ¿Por qué no iba a ser posible? ¿Por qué no podía su hijo, Abderramán, al que llamaban Sanchuelo, ser un glorioso capitán como su padre y su hermanastro? Volvería de los reinos cristianos habiendo arrasado sus pueblos, cargando riquezas y seguido por sus prisioneros.

El pueblo de Córdoba ya no sabía qué desear. Por un lado querían que todo siguiera en pie. Que el hayib ganara nuevas batallas, que un heredero justo de Hisham II ocupara el trono en un futuro. La gran farsa de la fidelidad de los visires amiríes a los omeyas podría haber continuado, pero Sanchuelo había sido nombrado sucesor a título de Califa, rompiendo esa lealtad. Por otro lado, la dejadez y el vicio de Sanyul le habían convertido en un personaje aborrecido por los cordobeses, que deseaban su muerte sólo con un poco menos de intensidad que la paz del imperio.

Como última humillación, hizo que todos sus soldados llevaran turbante, al estilo bereber. Las autoridades religiosas montaron en cólera, los sectores árabes del ejército se opusieron y los ánimos se encresparon aún más.

El 14 de enero del año 1009, Abd al-Rahman Sanyul, hijo del más grande guerrero que diera nunca Al Andalus, emprendió el camino hacia el norte, en busca del honor, con un ejército desmoralizado y dividido, en pleno invierno y dejando atrás una ciudad al borde de la revuelta.

Cuenta Antonio Muñoz Molina, en un detallado relato de estos días (1), que un viejo caminaba junto al palacio de Madinat al-Zahira cuando, dirigiéndose a sus muros, exclamó: "¡Palacio que te has enriquecido con los despojos de tantas casas, quiera Dios que pronto todas las casas se enriquezcan con los tuyos!"

Faltaba una luna para la guerra.

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Muñoz Molina, Antonio: "Córdoba de los omeyas".
Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)

viernes, 23 de enero de 2009

La Mancebía del Potro

Ya es conocido que la plaza del Potro fue, en la época de los Austrias, uno de los principales centros comerciales de la ciudad, así como que en ella se daba una concentración de truhanes por metro cuadrado mayor que en cualquier otro barrio. Era el lugar donde los viajeros se bajaban del caballo y buscaban alojamiento... u otra cosa. Porque fue en dicha plaza donde, poco después de la conquista, según nos cuenta Ramírez de Arellano, se estableció la Mancebía, el establecimiento donde los cordobeses acudían a olvidarse de los problemas cotidianos, de sus penurias... y de su señora.

En aquella época la plaza del Potro tenía una superficie inferior a la actual, llegando sólo hasta la calle Lineros, y una callejuela estrecha la comunicaba con la Ribera. En la esquina de esta travesía con Lineros se encontraba la Mancebía, negocio público y reglamentado hasta que una pragmática en 1623 acabó con ellas en el reino de Castilla. De hecho, en el Archivo Municipal existe una subsección, la AH-01.17, dedicada en exclusiva a esta casa. Un paseo por esta documentación, o más bien por sus títulos, nos muestra las órdenes que, acerca del funcionamiento de la Mancebía, iban llegando de Madrid, así como los incidentes que tenían lugar entre las mujeres de la casa y los alguaciles, que al parecer tenían la obligación de despojarlas de sus "alhajas y galas" si salían con ellas a la calle.

Digo lo de los títulos de los documentos porque no soy capaz de entender una sola palabra de ellos, escritos como están en el siglo XVI y XVII. Pero nunca está de más echarles un vistazo, así que dejo esta imagen de una provisión de la reina Juana, con fecha de 1515, limitando los derechos de los alguaciles sobre las rentas de algunas actividades económicas como, por ejemplo, la Mancebía.

lunes, 19 de enero de 2009

El pozo de la nieve de Trassierra


Entre los siglos XIV y XIX tuvo lugar un fenómeno que los climatólogos han dado en llamar la "Pequeña Edad de Hielo", caracterizado por temperaturas más bajas que en la actualidad, debido a un incremento de la actividad volcánica, una disminución de la actividad solar y diversos factores que aún no se comprenden en su totalidad.


Como resultado de esta situación, muchos lugares en los que en la actualidad no cae un solo copo de nieve en todo el año tuvieron inviernos fríos y blancos. El comercio de nieve se convirtió en una lucrativa actividad, especialmente en lugares como Córdoba, con una sierra fresca donde almacenar el hielo, muy próxima al tórrido valle donde era posible venderlo durate todo el año.

Las técnicas mejoraron notablemente a lo largo del siglo XVIII, construyéndose pozos para acumular enormes cantidades de nieve prensada, convertida en hielo, que se podía conservar largos períodos de tiempo. Según se explica en un interesante artículo de Guadalupe Pizarro (1), en 1823 un empresario cordobés, Juan Rubio, que prácticamente monopolizaba el comercio de nieve en Córdoba, comenzó a construir un pozo en el cerro de San Cristóbal, próximo a Santa María de Trassierra, para centralizar allí su actividad y obtener un mayor margen de beneficio al disponer de género en abundancia de cara al verano.

Este pozo aparece a la vista como una estructura en forma de cúpula que no levanta más de unos tres o cuatro metros del nivel del suelo, hasta que el visitante se aproxima a la entrada y comprueba el gigantesco volumen de hielo que podía acumular la estructura subterránea, de unos diez metros de profundidad, que se iba llenando con el producto de las nevadas invernales hasta que estaba completa, momento en el cual se procedía a su cierre y aislamiento con cámaras de aire, porcelana en las cubiertas y otros sistemas que, junto con su localización en umbría y bajo el suelo, contribuían a que las pérdidas por fusión del hielo resultaran aceptables para el negocio.


Se conservan parcialmente algunas inscripciones que señalaban, en el interior del pozo, la fecha del cierre, como la que reza: Se llenó el pozo el día 7 de enero al mediodía. 1864. Rafael.

Alrededor del año 1867 se instala en Córdoba la primera fábrica de hielo artificial, muestra de los avances tecnológicos de la época, condenando a la ruina al comercio tradicional de nieve.

¿Cómo llegar al pozo de la nieve de Trassierra?


El primer acercamiento puede resultar algo complejo, pero espero que este plano sea de ayuda para todo aquel que quiera pasarse por allí. Yendo desde Córdoba, hay que girar a la izquierda (línea roja) justo antes de llegar a la plaza de Trassierra, llegando a un aparcamiento sobre tierra en dos niveles. De él parte un camino, paralelo a la calle asfaltada, que va rodeando el cerro dejándolo a la izquierda. El camino es llano y está separado de la carretera por algunas plantas de poco porte.

Tras dejar a la izquierda un par de caminos que ascienden al cerro, se llega a una intersección con una pista de tierra que sube también hacia la izquierda, con gran pendiente. Es el punto en el que la calle asfaltada se empieza a separar del camino. Aquí buscaremos una senda que sale del cruce, más o menos a las 10 del reloj, entre la vegetación.

La senda va ascendiendo y pronto se abre a la derecha un pequeño claro, una vaguada, dejando ver la pared del pozo de la nieve.

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(1) Pizarro, Guadalupe. Nuevos datos sobre el comercio de nieve en Córdoba, Anales de Arqueología Cordobesa 16 (2005).

jueves, 15 de enero de 2009

El puente del Camino de los Nogales


Esta imagen es bien conocida para los aficionados a pasear por los alrededores de Córdoba, descubriendo los últimos restos de la grandeza de la ciudad del siglo X. Se trata del puente andalusí sobre el arroyo de los Nogales, al que se puede llegar con facilidad desde la carretera de Trassierra, donde se indica su acceso al poco de pasar la gasolinera de la Albaida.

Este puente es el resto mejor conservado de las infraestructuras que componían el conocido como Camino de los Nogales, una de las dos vías principales de comunicación entre Córdoba y al-Zahra', junto con el Camino de las Almunias. El Camino de los Nogales tenía en su mayor parte un recorrido de oeste a este, yendo de Madinat al-Zahra' al enigmático palacio de Turruñuelos, hoy bajo la planta asfáltica de la Diputación. Desde allí, se dirigía a Córdoba siguiendo un itinerario similar al del acueducto de Valdepuentes.

De los muchos puentes que tuvo este camino, según se explica en el artículo de Bermúdez Cano del que tomo algunos datos para esta entrada, sólo queda en aceptables condiciones de conservación el de la foto, que consta de tres arcos de entre 1,80 m y 2,30 m de altura (el mayor es el central), constituidos por entre 23 y 27 dovelas cada uno.


Como ocurrió con el puente de Cantarranas, el monumento sufrió un duro expolio que, en este caso, llevó a su ruina hace pocos años, interviniendo en ese momento la Junta de Andalucía para restituir el puente a un estado lo más parecido posible al original.

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Datos de Bermúdez Cano, J. M.
AAC 4, 1993.

lunes, 12 de enero de 2009

Córdoba frente al misterio (11): el fantasma del conde Don Julián

Esta es una ciudad rica en historia, y aquí no se puede manifestar el primer fantasma que pase por una dimensión paralela. Si hace ya tiempo reflejamos un testimonio que situaba al espíritu de Don Severo Ochoa en el edificio homónimo del Campus de Rabanales, hoy veremos que ha habido más espectros ilustres en nuestra tierra, en concreto uno que el imaginario tradicional español fue convirtiendo, a lo largo de los años, en una verdadera encarnación del mal: el conde Don Julián.

Recordando un poco lo que se lee en los libros de historia (y sobre todo, lo que se leía), este hombre era gobernador de la plaza de Ceuta a principios del siglo VIII, defendiéndola de los primeros ataques musulmanes previos a la invasión de la Península Ibérica. Por intrigas palaciegas, tan típicas del periodo de ocupación germánica, el conde traicionó al rey don Rodrigo y permitió la entrada en Andalucía de los primeros contingentes beréberes. Evidentemente, Don Julián fue al infierno por entregar a los infieles tan significativo pedazo de tierra cristiana. Simplificando mucho, versión España es así.

Pues bien, cuentan las crónicas, concretamente los Casos Raros, que un día de finales del siglo XVI, un lagarero salía de Córdoba en dirección a la sierra, por la Puerta del Rincón. Era media mañana y viajaba a caballo, avanzando por el Campo de la Merced en dirección al Pretorio.

A la altura del convento, otro caballero se dirigió a él y le pidió compartir unos minutos de charla, considerando que era aún temprano. Así, el lagarero tuvo que ir saciando la curiosidad del caballero anónimo acerca del estado de la ciudad de Córdoba, de sus jardines y de su sierra, contando con tristeza cómo corrían años de decadencia.

El desconocido, a continuación, explicó cómo en su época, Córdoba era una ciudad con tanta grandeza que, se encendía lumbre desde el Potro hasta las puentes de Alcolea, y se comunicaba toda la gente, y se iban paseando de una parte a otra. Extrañado el lagarero, afirmó que debía ser una persona de edad muy avanzada.

Sí soy, dijo el caballero, porque soy aquel desventurado don Julián, por quien se perdió España, y estoy padeciendo tormentos increíbles en el infierno. En ese momento, sonó un gran estampido y el hombre desapareció, dejando un desagradable olor en el ambiente.

El lagarero quedó tan conmocionado que perdió la vida al cabo de unos días, habiendo contado a mucha gente su aventura. Entre estas personas se encontraba su sobrino, Baltasar de Ahumada, que será quien informe al anónimo autor de los Casos Raros, siempre según la versión de este último.

jueves, 8 de enero de 2009

"La escalera" de Ibn Hazm

¿Qué imagen tenemos del amor en el mundo musulmán? ¿Cómo se expresa, allí? ¿Qué pensaban sobre ello los hombres y mujeres de la Córdoba andalusí?

Y, por último, ¿son todas estas preguntas una estupidez?

Cuando estoy con ella me cautivan sus palabras
mientras va envolviéndome su aroma.

Ni la presencia del Califa

haría desviar mi atención.

Si tengo que irme de su lado

no puedo dejar de mirar atrás,
caminando como un animal herido.
Lejos de ella me ahogo
como el que camina por el desierto
en medio del sol y la arena.
Si me dices que es posible ir al Paraíso

te digo que sí y que yo conozco la escalera.

Ibn Hazm de Córdoba, en El Collar de la Paloma. Siglo XI. Todo lo importante, estaba ya inventado.

domingo, 4 de enero de 2009

Paul merece el beso

Feliz año a todo el mundo, a los cordobeses que os quedáis en la ciudad, pero especialmente a aquellos que dentro de unos días nos dejaréis para volver a vuestros lugares de trabajo...

Para que la vuelta resulte algo menos pesarosa, colgaré un documento que lleva unos días paseando por muchas páginas y blogs cordobeses, pero que no por ello deja de merecer toda la atención del mundo. Se trata de un vídeo montado por la empresa 12frames con imágenes originales rodadas por Paul McCartney y Mal Evans (asistente del grupo) durante un viaje a Córdoba en noviembre de 1966, cuando volvían de una visita frustrada a John Lennon en Almería. Hay más datos aquí y aquí, así que me limito a poner el vídeo y, de paso, la canción que suena de fondo completa. Como alguien ha sugerido en un comentario en El Día, es un gran spot promocional de Córdoba.