martes, 29 de diciembre de 2009

La olvidada muralla del Parque Cruz Conde

Alguno se quedaría el otro día con la duda de si existió realmente ese puente prerromano de Córdoba que algunos autores antiguos defendían. La verdad es que en el siglo XIX, dada la cantidad de restos que nos hemos cargado para construir los barrios más cercanos al centro, podrían tener algunos motivos que hoy desconocemos para defender esas ideas.

Uno de ellos se ha conservado en parte. Hay quien lo consideraría la prueba más clara de la existencia de una poderosa Córdoba prerromana, aparte de la extensión de lo que hoy sabemos que eran los arrabales del siglo X. Aquellos que hayan echado un vistazo al plano de 1884, probablemente se habrán fijado en un detalle curioso en el ángulo inferior derecho, cerca de la Alameda del Obispo, hoy, aproximadamente, Jardín Botánico.


Se trata de unos restos de muralla que están fuera de cualquier recinto conocido: no son de la Medina, ni de castillos que hayan sobrevivido, ni defienden un antiguo centro de poder. Fueron considerados de origen fenicio mientras duró la teoría de una gran Córdoba amurallada prerromana, pero luego la cosa vino a menos y, simplemente, todo el mundo pasó de ellos.


Ahora mismo no es fácil ver la muralla, pero está ahí. Arranca más o menos junto a la valla del instituto Séneca, pegando a la calle que baja del Parque Cruz Conde. Más o menos va marcando la separación entre el insituto y el zoológico, por un lado, y la Ciudad de los Niños, por otro. Se ha ido rellenando de tierra del cerro, y esto ha provocado en ocasiones el derrumbe de algunas zonas, como cuenta de las Casas-Deza que ocurrió el 21 de febrero de 1841.

El que se quiera enterar bien del tema puede leer a Alberto León (El Guadalquivir y las fortificaciones urbanas de Córdoba, 2008) que cita a Castejón (en 1926 hablaba del topónimo "Paredes Gordas" para la zona), y que resume y explica el misterio: de acuerdo con las excavaciones arqueológicas en el zoo estaríamos ante una fortificación de época almohade (finales del siglo XII), que formó parte de todo un programa militar en el que se construyeron las fortificaciones que rodean a la Calahorra (hoy visibles a trozos entre los solares en obras) y el Castillo de la Judería, la muralla que corre por dentro de San Basilio.

Aquí se pueden ver los
resultados de la excavación de 2003, y aquí las fotos, donde da un poco de pena este tramo de muralla en concreto.

El estudio serio de los restos, en este caso, nos saca de teorías exóticas del siglo XIX y nos envía a una realidad que a alguno le puede parecer más aburrida, pero no es menos interesante. Porque seguimos sin saber casi nada de este trocito de pasado.


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Las fotos son del usuario de Calleja de las Flores que firma como La Colina, un experto en estructuras hidráulicas y el subsuelo cordobés, al que le doy las gracias.

martes, 22 de diciembre de 2009

¿Hubo un puente anterior al romano en Córdoba?

¿Alguien se lo había planteado antes de leerlo aquí? Hoy, esa pregunta es poco menos que un sacrilegio, y su respuesta es "no". Hace poco más de cien años, esa pregunta era de lo más normalito, y su respuesta era "sí". Espero que os guste esta historia, que es cuando menos curiosa, y que abre las puertas de toda una teoría, hoy olvidada, que imaginaba una inmensa y poderosa Córdoba anterior a Roma.


I. Citas históricas de un supuesto puente prerromano

Bartolomé Sánchez Feria, a finales del siglo XVIII, no lo duda.
Ese puente existió, y se encontraba por debajo del actual, casi exactamente donde hoy está el puente de San Rafael, por debajo de la desembocadura del arroyo del Moro. Sí, el arroyo del Moro es el chorrillo que bordea la puerta de Sevilla. De todos modos, si hay que tomar por cierto todo lo que Sánchez Feria creía, podemos empezar a quemar libros de historia de Córdoba que, como a él le gustaba decir, sólo serían buenos como tizones.

Dice este autor (tomo IV, pag. 64) que la ciudad...


El molino que cita puede ser el que hoy llamamos de la Alegría (integrado en el Botánico) o algún otro que estuviera por la zona de la desembocadura del arroyo. No es el de las Tripas, que estaba más abajo y en funcionamiento en aquella época.

Todo esto parece una tomadura de pelo, pero luego avanzamos casi cien años, hasta mediados o finales del siglo XIX, y nos encontramos a Luis Maraver diciendo en la
Historia de Córdoba (Tomo I, pag. 228, edición 1863) que allí hubo otro puente cuyos cimientos se descubren aún.


Y se basa en la misma cita que Sánchez Feria, en la
Historia arabum del arzobispo Don Rodrigo, la clave de este follón. En este texto se dice que el emir Hisham hizo un puente nuevo (hay consenso en que reparó, y quizás rehizo, el romano) por encima del antiguo. Por encima, ¿literalmente, o en el sentido de la corriente del río? A saber.

Con la duda en el cuerpo, podemos leer a Ramírez y de las Casas-Deza, del que os pongo un manuscrito, que insiste en la misma ubicación, cita y opinión.


II. ¿Existió un puente prerromano o romano donde hoy está el de San Rafael?


Hasta donde hoy sabemos, no tiene ningún sentido. ¿Para qué querían los romanos dos enormes y costosos puentes de piedra separados sólo por unos cientos de metros? Sin embargo, la ciudad romana original no llegaba hasta el río, como se ve en la primera imagen, sino que se protegía de forma natural por la pendiente que hay a partir del actual Conservatorio. ¿Pudo una riada llevarse un primer puente de piedra en el siglo II o I a.C., obligando a los romanos a construir uno nuevo donde hoy lo vemos, al tiempo que extendían la ciudad hacia él? Suena muy rebuscado.

Hay una mínima posibilidad de que en el futuro la arqueología nos dé una sorpresa, pero por el momento todo indica que esta historia del puente fenicio (como decían en el XIX) de Córdoba no es más que una mala interpretación de unos restos que ya no existen, o que están enterrados en la zona.

¿Por qué tuvo tanto éxito esta teoría? Porque esos restos no estaban solos. Había junto a ellos algunas ruinas que sugerían una poderosa ciudad prerromana, ruinas que siguen, en parte, allí. El próximo día las vemos.


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Ojo. Para la próxima entrada no habrá aviso en Facebook ni Twitter porque andaré por tierras castellanas sin internés y con mucha nieve. Espero. La dejo programada. Feliz Navidad a todos, todas y todes.

viernes, 18 de diciembre de 2009

La casa de baños del Campo de la Merced y el negocio de Enrique Hernández

Esta entrada es mero entretenimiento, para leer el fin de semana con tranquilidad y conocer un poco de algunos personajes que la bruma del tiempo ha ido relegando al olvido, pero que en su época tuvieron un importante papel en la ciudad. No sé mucho de ellos, pero lo suficiente para hacer una pequeña entrada sobre el negocio de los baños públicos en la Córdoba de finales del siglo XIX, cuando las nuevas ideas de salubridad se reflejaban tanto en el derribo de la muralla y la construcción de paseos como en el surgimiento de este tipo de negocios.


Según explica la Cordobapedia, el empresario
José Sánchez Peña, que debía estar ganando el dinero a espuertas con su sombrerería de la Corredera, se puso a diversificar su actividad, y construyó, en lo que hoy es el supermercado entre la plaza de las Doblas y la de Colón, una casa de baños. Aunque esta enciclopedia cordobesa nos dice que fue en 1877, lo cierto es que en 1875 ya hay constancia de su existencia, teniendo la entrada por el Campo de la Merced, cerrada por una verja de hierro. La casa consistía en una serie de habitaciones individuales con bañera de mármol, con grifos de agua fría y caliente, iluminación de gas y algunos utensilios para el baño.

En cada habitación existía un tirador que hacía sonar, en la oficina, la campanilla correspondiente al cliente que requería algún servicio. Había incluso algunos baños dobles (para matrimonios, por supuesto), así como lo que se llamaba alberca general de 4,4 por 3,3 metros, para acogidos de beneficiencia, también de mármol blanco.



El agua se guardaba en un gran depósito, asociado a un molino de viento y una máquina de vapor (para días de calma), los cuales no tengo muy claro si servían para llenar el depósito o para abastecer las habitaciones. No he averiguado qué agua se usaba, pero sería de pozo, porque el agua potable de las conducciones llamadas "del Cabildo"
estaba muy solicitada, y no se menciona la casa de baños en el reparto de 1876.

Había una sala para piano, un pequeño jardín de recreo y la posibilidad de imitar, mediante compuestos artificiales, la composición de los baños medicinales de algunas localidades de España y el extranjero, como se ve en los anuncios de prensa.


En 1883, el empresario debió aprovechar la máquina de vapor para abrir una fábrica de pastas, lo que provocó las quejas de los vecinos por el ruido y los humos. Ese mismo año, murió José Sánchez Peña, aunque la casa de baños siguió funcionando, como demuestra este anuncio de 1887.



¿Quién se había hecho cargo del establecimiento? Pues no tengo muy claro lo que ocurrió. Pero en el año 1891 sólo se registra un establecimiento de baños en Córdoba, que sigue siendo el del Campo de la Merced, propiedad ahora de Enrique Fernández, que también era el dueño de las aguas medicinales de Santaella: estaba construyendo un verdadero "imperio" de los baños en la provincia.


Más tarde, en 1896, encontramos este anuncio de unos baños de este mismo propietario en la calle San Álvaro, bajo el título de "Casa fundada en 1870". Sólo hay dos opciones: o bien este negocio siempre estuvo allí, y por algún motivo no se menciona en 1891, o bien es la misma casa, nacida en 1870 (ya tendríamos fecha de fundación) en el Campo de la Merced, y trasladada o ampliada como nueva sede por el nuevo dueño, Enrique Hernández, a las cercanías de la aún reducida
plaza de las Tendillas. Yo me inclino más por lo segundo.


Y después de derretirnos un rato el cerebro, quien haya llegado hasta aquí (que levante la mano), no habrá aprendido nada útil, pero a lo mejor le viene el recuerdo de esta historia la próxima vez que pase entre las Doblas y Colón, por la acera de la manzana de Capuchinos. Será suficiente.

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Todos los recortes son del Diario Córdoba. La fecha exacta viene puesta en el nombre de cada imagen si se amplía.

No dejéis de leer los anuncios, merecen la pena. Son un viaje en el tiempo. "Cuatro reales" por baño...

domingo, 13 de diciembre de 2009

Los reyes de Castilla descansan en San Hipólito

Hace poco estaba preparando una visita al Escorial, y me decidí a sacar un tema que a lo mejor sorprende a algunos paisanos: las tumbas de dos reyes de Castilla y de León que están en Córdoba. Más que tumbas, son sepulcros, y se encuentran los dos en el presbiterio de la que fue Real Colegiata de San Hipólito, hoy iglesia situada en el Paseo del Gran Capitán.

Fernando IV de Castilla y de León era bisnieto de Fernando III, el que conquistó la ciudad a los musulmanes, y su sepultura en Córdoba fue fruto de la casualidad, ya que murió en pleno verano en Jaén, y se temió que llevarle a Sevilla o Toledo, como era su deseo, causara la rápida putrefacción del cadáver. Fue llamado "el Emplazado", que es como decir "el maldito", porque se cuenta que su muerte, el día 7 de septiembre de 1312, se produjo cumpliendo el plazo dado por dos reos brutalmente ajusticiados.

Alfonso XI de Castilla y de León, hijo del anterior, fue el fundador de San Hipólito, en conmemoración de su victoria en la batalla del Salado, cerca de Tarifa. Muerto por la peste en 1350, no se respetó su deseo de ser enterrado en Córdoba hasta que su hijo Enrique II trasladó sus restos desde Sevilla en 1371, justo cuando se concluyó la obra de la Capilla Real de la Catedral cordobesa.

Allí permanecieron durante cuatro siglos, al tiempo que la construcción de San Hipólito avanzaba lenta e intermitentemente. Los ataúdes de madera eran abiertos para las visitas ilustres, como la de Felipe II, que tuvo curiosidad por ver a sus antepasados. Finalmente, en 1736, se produjo el traslado.


Ya en San Hipólito, hubo que esperar hasta 1846 para que, a petición de la Comisión de Monumentos, y usando piezas de mármol rojo procedentes del monasterio de San Jerónimo, se elaboraran los sepulcros que hoy en día se pueden ver en la iglesia. La corona y el cetro, símbolos reales, descansan sobre sendos almohadones encima de las tumbas, hoy apenas visitadas.


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También cuenta hoy Paco Muñoz una anécdota sobre la iglesia de San Hipólito en sus Notas cordobesas.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Las cuentas del Gran Capitán

Pincha para oír el audio

Una de anécdotas, que me hizo ilusión escucharla en la voz del maestro Cebrián. Aunque recomiendo escuchar el audio, lo contaré también por escrito, porque si no quitaría el blog y pondría un podcast.

Básicamente, la historia trata de la antipatía que sentía el rey Fernando V de Castilla (y, sobre todo, II de Aragón
), más conocido como Fernando el Católico, hacia su mejor jefe militar, el montillano Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Dicen las malas lenguas que su animadversión venía de la sospechosa e intensa amistad que unía a éste con la reina Isabel la Católica, pero nada hay confirmado.

El caso es que después de una serie de campañas victoriosas que permitieron a la Corona de Aragón consolidar su expansión por el sur de Italia, tomando la ciudad y el reino de Nápoles, se comenzó a cuestionar la gestión del Gran Capitán como virrey de los nuevos territorios, hasta que las malas lenguas convencieron al rey Fernando de que era necesario pedir explicaciones al militar por el uso de la pasta del reino aragonés.


Y don Gonzalo hizo dos cosas: por un lado, enviar unas pormenorizadas cuentas que se conservan en el Archivo General de Simancas. Y por otro, entrar en la leyenda cuando se popularizó la versión legendaria del suceso.


Dicen que el Gran Capitán se sentó delante de Su Majestad, abrió su libro y empezó a relatar, tal que así:


Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.


Millón y medio para mantener prisioneros y heridos.


Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.


Y así sucesivamente, mientras don Fernando se iba poniendo de todos los colores de su
escudo heráldico. La última partida, concretamente, fue la que le puso de color verde Granada:

Y cien millones de ducados, que es lo que vale mi paciencia al tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado todo un reino.


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Más sobre las
cuentas del Gran Capitán, en Wikipedia. También en este documento de 1910. Sus primeras batallas en Nápoles están contadas aquí, pendientes de continuación (siguen dedicadas a Antonio, claro).


viernes, 4 de diciembre de 2009

La muralla romana de Ronda de los Tejares, 13

Cuando se habla de las sorpresas que esconde el subsuelo de Córdoba, normalmente pensamos en lo que se va desenterrando con el crecimiento urbanístico actual (casi pasado, ya). Sin embargo, hay algunos restos arqueológicos que llevan años a buen recaudo en los sótanos de la ciudad, ignorados por la mayor parte de los cordobeses.

Es el caso del lienzo de muralla conservado en las cocheras de Ronda de los Tejares, 13, un espacio privado pero que se puede visitar habitualmente sin problemas, y en cualquier caso con permiso de los propietarios o del portero, que recibe amablemente a los curiosos despistados.


Se trata de un muro de unos cuatro metros de alzado, formado por enormes bloques de
opus quadratum de 1,2 metros de espesor, que algunos autores fechan en el período fundacional, lo que convertiría este monumento en la construcción más antigua de Córdoba (mediados del siglo II a.C.) y otros retrasan hasta la época de las guerras civiles de César contra los hijos de Pompeyo (45 a.C.). Además del simple muro hay una torre cuadrangular, así como diversas estructuras que están ocultas tras algunas paredes del sótano, entras las que aparece una vivienda adosada a un fuerte muro, paralelo a la muralla, y que podría también tener alguna finalidad defensiva.



El vídeo que he subido tiene mala calidad, y queda aún peor en Youtube, pero confío en que ayude a hacerse una idea del lugar a los que no tengan ocasión de visitarlo. Este trozo de patrimonio fue declarado bien de interés cultural (BIC) en 1985, y figura en el catálogo del
Patrimonio Inmueble de Andalucía.



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Ventura Villanueva, A. El abastecimiento de agua a la Córdoba romana II, Universidad de Córdoba, p. 68

www.arqueocordoba.com


martes, 1 de diciembre de 2009

En el nombre de Córdoba (y 3): las raíces de Hispania

(anterior)

Si al tratar lenguas más o menos conocidas, como el fenicio, aparecen diversas opciones que podrían explicar el nombre de Córdoba, la búsqueda se convierte en laberinto al intentar encontrar una etimología anterior a la colonización oriental. Y eso es un verdadero problema, porque dada la antigüedad del asentamiento del Parque Cruz Conde, es muy posible que el topónimo cordobés sea anterior a las visitas de los comerciantes semitas.

La Península Ibérica prerromana, y esto está contado por un profano, aviso, podemos dividirla burdamente en dos partes. La Meseta, la costa occidental, el Cantábrico y el alto Ebro estarían ocupados por pueblos llegados al comenzar el primer milenio a. C. y que conocemos genéricamente como celtas, de origen indoeuropeo. Paralelamente, en Andalucía y Levante se desarrolló una cultura indígena que conocemos como pueblos íberos.


Todo esto viene a cuento de que algunos lingüistas están encontrando relación entre topónimos esparcidos por toda Europa y parte de Asia, que podrían derivar de lenguas indoeuropeas, grupo del que descendían los celtas, pero no los íberos. Así, Francisco Villar agrupa los nombres que comienzan por
kart-, kort-, kard- y kord- como equivalentes. Existen intentos de reconstrucción del idioma indoeuropeo original, que atribuyen a kar- un valor similar a "roca, piedra".

Por otro lado, -
uba (junto a algunas variantes parecidas) se ha considerado, entre otras posibilidades, como parte de numerosos hidrónimos, es decir, nombres de ríos o de lugares relacionados con el agua, también en el ámbito indoeuropeo.

La realidad es que, probablemente, nunca sabremos lo que significa "Córdoba". Salvo sorpresas arqueológicas futuras, seguiremos sin saber si el
kord- o kart- es, en este caso, indoeuropeo, fenicio, u otra cosa. Desconocemos incluso el idioma íbero: podemos leerlo, conocemos su alfabeto, pero el significado de sus palabras sigue siendo un misterio, y así no hay forma de buscar una explicación en la lengua que supuestamente hablaban los turdetanos cordobeses prerromanos.

viernes, 27 de noviembre de 2009

En el nombre de Córdoba (2): los mercaderes de Oriente

(anterior / siguiente)

El sur de Hispania (por llamar al territorio de alguna forma), y Córdoba con él, entró en la historia de la mano de los pueblos que la estaban escribiendo hace casi tres mil años. Concretamente, gracias a los navegantes fenicios, cuyo imperio comercial se encontraba en su apogeo cuando, allá por el siglo VIII a. C., comenzaron a fundar colonias en la costa andaluza. Cuando los babilonios invadieron Palestina, muchos de los habitantes de las ciudades fenicias huyeron a su más pujante colonia africana, Cartago (Túnez), donde el imperio pudo resurgir. Pero esta vez ya no sólo les interesaba la pasta: los cartagineses supieron combinar el arte del comercio con el de la guerra.

El idioma fenicio, que luego evolucionó hacia el cartaginés (o púnico), es para muchos la clave del nombre de Córdoba. La partícula
kart- significa ciudad, como en la propia Cartago ("ciudad nueva") o, según algunos, por ejemplo, en Carteya. Los fenicios pudieron encontrarse, al remontar el Guadalquivir, un gran núcleo de población indígena, y llamar al lugar "ciudad grande", Kart-tuba.


Para otros, fueron los cartagineses, más tarde, los que dieron nombre a la ciudad, dedicándosela Amílcar Barca a su general Juba (del que agradecería alguna referencia, porque no he encontrado nada), muerto en combate en el año 230 a. C.

Curiosamente, en los trabajos de habla inglesa, como un atlas etimológico didáctico a nivel mundial que se publicó hace poco, se ha popularizado una teoría completamente distinta, que haría proceder el nombre de Córdoba del fenicio
qorteb, que significa "molino de aceite".

Mires donde mires, cuando se esgrime una hipótesis normalmente se hace sin discusión. Cada uno elige la opción que más le agrada, y la pone como oficial, aunque no exista ninguna certeza sobre el tema.


Porque, en todo caso, fenicios o cartagineses se limitarían a nombrar una ciudad, no a fundarla. ¿Y si el nombre de Córdoba fuera anterior a todos ellos? ¿Y si la denominación indígena hubiera sobrevivido hasta nuestros días?


¿Quiénes fueron los primeros cordobeses?

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Me cuenta Manuel Harazem algunas ideas más sobre el tema. En relación con los fenicios,
Emilio González Ferrín, en "Las rutas del islam en Andalucía", explica el origen oriental como Qorat (en realidad, lo mismo que Kart, krt) Tobá, que traduce como "villa buena".

lunes, 23 de noviembre de 2009

En el nombre de Córdoba (1): etimologías míticas

(siguiente)

¿Qué se esconde detrás del nombre de Córdoba? ¿Qué significó en alguna lengua antigua, muerta? ¿Qué sentido tuvo llamar Córdoba al pequeño grupo de chozas que se agolpaban en la cumbre de la Colina de los Quemados? Desde antes del 2.000 a. C. y, de forma continuada, desde el siglo IX a. C., hubo un asentamiento en este lugar, y desde entonces debió tener un nombre que ha variado muy poco hasta la actualidad.

Córdoba se llama Córdoba desde la época de los visigodos, como muestra la moneda de la época de Chindasvinto, siglo VII, que encabeza la entrada. Antes, los romanos la llamaron
Corduba, que habría que pronunciar Córduba, como se hace normalmente con otras localidades como Cástulo, Épora o Cárbula.

Pero el nombre es anterior a la ocupación y fundación romana (recordemos que fundaron una ciudad colonial junto a la indígena), y son muchos los que han intentado darle una explicación. Pablo de Céspedes, desde su posición vinculada al cabildo catedralicio de Córdoba, trató de usar la Historia Sagrada, y dedujo que la ciudad había sido fundada por pueblos de habla hebrea que vinieron
a esta tierra tras el Diluvio.

Separa el nombre de la ciudad en
kar- y -daba. Aunque la primera palabra significa tanto "cordero" como "dehesa", y la segunda "fuerte", Pablo de Céspedes enrevesa los significados a base de buscar sinónimos en la obra de autores clásicos, convirtiendo "fuerte" en "fecunda, fértil, llena de fuerza y virtud". Da complejísimas explicaciones a la variación de vocales entre "Córdoba" y "Kárdaba", y a otros aspectos lingüísticos. "Prados fértiles", queda más o menos la cosa. Hoy resulta sólo un ejercicio de ficción histórica pensar en oleadas de la diáspora judía fundando ciudades en el sur de Hispania.

Pasados los siglos, Sánchez Feria pasó de puntillas por esta cuestión, pero no se pudo contener, y dejó caer que la divinidad semita Baal podría tener algo que ver con la última sílaba de Córdoba.


Una vez que el estudio de algunas lenguas muertas se abrió camino entre la comunidad científica, los ojos se posaron en otras culturas que podrían haber dado nombre a la ciudad. Los navegantes orientales que llegaron a Andalucía desde el siglo VIII a. C. (fenicios primero, cartagineses mucho más tarde) podrían haber superpuesto su propia denominación a la indígena, olvidándose el antiguo nombre ibérico, y quedando el fenicio para la posteridad...

jueves, 19 de noviembre de 2009

Luchando contra la viruela

El siglo XIX vio el desarrollo de las primeras vacunas, y los intentos por extender la inmunización a la mayor cantidad de gente posible. La viruela, cuyas epidemias asolaban periódicamente a la población, era el objetivo de las primeras campañas de vacunación. El pus o la linfa extraídos de las terneras infectadas se transportaba en viales de cristal hasta los pueblos más recónditos, donde la inexperiencia de los profesionales encargados del proceso y la mala calidad de las muestras provocaban la desconfianza general de los ciudadanos.

A finales del siglo, prácticamente durante la última década, tomó fuerza un nuevo procedimiento, que suponía llevar las terneras directamente al lugar donde se iba a practicar la vacunación, lo cual resultaba más útil para evitar la infección de los sujetos con otras enfermedades, y mejoraba la eficacia de la vacuna.


En este contexto se encuadran el anuncio encontrado en la prensa local cordobesa del día 9 de octubre de 1897, la fotografía procedente del
blog de un médico gallego y la pintura que he añadido, que ilustran las escenas que se darían en ese local de la plaza de Colón.



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Edit: Saqunda aporta otro recorte de prensa, esta vez de 1923, de la revista "Patria chica".


sábado, 14 de noviembre de 2009

Propietarios faroleros: el mortal peligro de perderse en la sierra.

Cordobeses (y cordobesas) inconscientes (e inconscientas), imprudente gentuza aún empeñada en andurrear libremente por la sierra y sus caminos públicos de cuyo recorrido el Hexcelentísimo Alluntamiento no quiere acordarse. ¿No se dai cuenta del peligro que acecha al senderista incauto a la vuelta de la esquina?

La muerte se esconde en cualquier rincón en caso de despistarse y no seguir al pie de la letra las instrucciones de los propietarios y guardas de las fincas, que por nuestro bien van cerrando las veredas y caminos de libre tránsito, no vaya a ser que un día ocurra una tragedia.


Tragedia como la que le pudo ocurrir a un pariente de un guarda de una finca cercana a Valdejetas, cuando un jabalí enfurecido se le acercó amenazante, cerca de la zona por donde pretendíamos dar una vuelta, según nos contó. Ni se me pasó por la cabeza que simplemente nos estuviera metiendo miedo para no recorrer una vereda usurpada por los propietarios de la finca.


O como la que puede suceder en una finca próxima a Las Jaras, donde al parecer, según me contó un pariente del dueño, los guardas tienen la orden de soltar los perros a cualquiera que se encuentre fuera del recorrido habilitado por la Junta como vereda provisional. Es decir, que si te pierdes o caminas por la vereda auténtica, corres peligro de muerte.
Igual sí que los propietarios hacen uso del humor argentino: señora, no asuste a los niños con brujas, ogros, extraños seres imaginarios. Llegado el caso, emplee algo más real. Un lobo, una araña, una buena víbora...

O, finalmente, como el aviso a navegantes que encabeza el artículo, sito en un camino junto al Guadiatillo. No hay ninguna valla que cierre la finca, ni ningún obstáculo al paso de ganado por el camino, pero te asustan con la existencia de ganado bravo, igual que te avisan del corte del camino cuando hay cacería. Con la escopeta hemos ido a dar, amigo Sancho.

Paseen, gente. Que a poco que llueva estará el campo bonito.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

San Martín o la ermita de las Montañas en la calle Montero

Hoy, 11 de noviembre, es el día de San Martín: tradicionalmente, la fecha de la matanza. Así que parece buen momento para hablar de una pequeña ermita que, si hacemos caso a las siempre peligrosas teorías de Bartolomé Sánchez Feria (siglo XVIII), puede ser uno de los centros de culto cristiano más antiguos de Córdoba.

La ermita de Nuestra Señora de las Montañas, en la calle Montero, no es hoy más que un taller de carpintería, pero su discreta fachada, con el óculo central, no deja lugar a dudas: hasta los años 50, según
Cordobapedia, mantuvo su función original. Antes, hasta 1831, fue hospedería de los ermitaños del Desierto de Belén ("Las Ermitas") para sus estancias en la ciudad, y posiblemente venga de aquí el nombre popular de la advocación. Con ese uso nos remontamos allá por el siglo XVIII, y nos acercamos a la época en que era más conocida con el título de San Martín. San Martín era la imagen principal que había en el retablo de la ermita, y el titular del hospital que antiguamente albergaba el edificio anexo.

Sánchez Feria se remite a las crónicas que tratan el viaje que hizo a Córdoba el monje San Juan de Gorcia, como embajador del emperador Otón I del Sacro Imperio Romano Germánico, en tiempos de Abderramán III, concretamente en 957. En ellas se afirma que San Juan se alojó en un palacio, bien vigilado, y que acudía los domingos a la iglesia de San Martín, que se encontraba cerca de dicha residencia, a dos millas del Alcázar andalusí. Sin embargo, la distancia real entre el Alcázar y la ermita es más o menos de una milla. En ningún caso está de acuerdo el autor con identificar esta iglesia de San Martín con el monasterio de San Martín de Rojana, situado en la sierra.


Esta dudosa identificación, junto al estudio de la imagen del titular, sirve a Sánchez Feria para argumentar que la ermita de las Montañas, situada en lo que sería un antiguo arrabal emiral o incluso tardorromano, hunde sus raíces en un lugar de culto anterior a la invasión musulmana. Estaríamos hablando de una carpintería con más de 1300 años de historia.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El retorno del Mejor entre los Príncipes

La ciudad velaba, en pie toda ella, en la ladera desde la que se dominaba la calzada. Un mar de antorchas iluminaba de manera fantasmal la colina de Épora, cientos de ojos miraban fijos hacia el este, contemplando el insólito espectáculo. En el silencio de la noche, el metálico rugido de los pasos acompasados de los legionarios. La interminable fila de soldados que avanzaba, con sus armas envainadas, por la via Augusta, la gran ruta que comunicaba la Bética con Roma.

A lo largo de miles de kilómetros de incansable marcha, los pueblos y ciudades se habían vaciado de gente ansiosa por compartir el solemne momento del paso del ejército. La multitud se concentraba en la calzada. Si de día resultaba una experiencia imborrable, por la noche se convertía en un encuentro con los dioses. Aquella madrugada de noviembre del año 117, hasta el cielo de Hispania rendía homenaje al
Optimus princeps, al Mejor entre los Emperadores. El gran Júpiter, su padre Saturno y su hijo Marte, dios de la guerra, estaban presentes junto a las constelaciones del otoño.

Una representación de cada una de las legiones que habían servido al Emperador en las guerras que llevaron a la gloria al Imperio Romano escoltaban ahora al gobernante en su último viaje. Los veteranos de Dacia, aquellos que vieron las montañas de Persia, los que sufrieron el desierto pétreo. Con sus hachas encendidas iluminaban el camino de vuelta a la patria de su líder, a la floreciente Bética. No le llevarían a su ciudad natal, Itálica, sino que descansaría para la eternidad en el foro de la capital provincial, la rica Colonia Patricia, antigua
Corduba. Para ello había suprimido el Senado la prohibición de enterrar dentro de las urbes del Imperio, quedando así parte de los restos mortales en la capital, Roma.

Al borde del camino, a pocas millas ya de Colonia Patricia, un campesino admiró la vanguardia de la fúnebre comitiva. El rostro impasible de los enormes soldados de la infantería pesada, las disciplinadas columnas, el poder que desprendía la caballería en la penumbra. Al fin, el gigantesco carro que transportaba la urna de mármol, en cuyo interior, un cofre metálico escondía las cenizas del Emperador. El súbdito bajó la cabeza y murmuró para sí:

- Que la tierra te sea leve, príncipe Trajano.


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Fue bajo el mandato de Trajano cuando el Imperio alcanzó su máximo esplendor. Curiosamente, fue el primer emperador hispano, y el primero también de fuera de Italia. Realmente, tras la muerte de Trajano, sus cenizas fueron introducidas en la base de la columna que lleva su nombre, en el foro romano, y saqueadas posteriormente durante las invasiones bárbaras.

martes, 3 de noviembre de 2009

Milenario (9): Suleiman, el Califa de los beréberes

(ver anterior / ver siguiente)

¿Existe una forma simple de explicar las guerras civiles de 1009-1031? Es arriesgado, pero Viguera Molins se acerca en Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes: aparte de las injerencias cristianas y las influencias de los poderosos eslavos, fue básicamente una guerra entre los andalusíes y los beréberes llegados en el siglo X. Los andalusíes eran los hispanorromanos, tanto los convertidos al islam (muladíes, que debían ser mayoritarios en el siglo XI) como los aún abundantes cristianos, sumandos a los árabes sirios y yemeníes, y a los beréberes venidos en los primeros tiempos de la dominación musulmana. Los nuevos beréberes habían llegado recientemente para servir a Almanzor, y se habían convertido en una fuerza incontrolable.

El nefasto (y breve) cuarto Califa al-Mahdi se encontró pronto con la horma de su babucha. ¿Se podía esperar otra cosa, después de desterrar a sus más capaces gobernantes eslavos, y maltratar a sus mejores soldados, los indomables beréberes? ¿Cómo podría defenderse de estos últimos si decidían tomar el poder? La respuesta es sencilla: no podría.

Cuando Suleiman al-Mustain reunió a los norteafricanos en torno a sí, cerca de Adamuz, y completó sus tropas con soldados de Castilla, la suerte de Córdoba quedó echada. Muhammad II al-Mahdi apenas pudo oponer un grupo inexperto de comerciantes, campesinos y demás civiles reconvertidos a guerreros. Las crónicas nos hablan de diez mil cordobeses muertos en la batalla del 5 de noviembre de 1009, que provocó la huida del Califa a Toledo y la proclamación de Suleiman como quinto gobernante desde que Abderramán III puso fin al emirato en 929.

¿Qué fue de Hisham II, que permanecía oculto por al-Mahdi desde la farsa de su entierro? Pues su propio opresor trató de sacarle a la calle en busca de legitimidad, cuando la batalla contra Suleiman parecía ya imposible de ganar. El débil hijo de Alhakén sólo duró unas horas en libertad, y volvió a las mazmorras.

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Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)

viernes, 30 de octubre de 2009

Córdoba frente al misterio (14): la iglesia voladora de 1861

Bienvenidos a uno de los episodios más absurdos de la historia de la prensa local cordobesa. Un monumento al sinsentido, inquietante a la vez que surrealista.

Podemos centrar un poco el tema situándonos en el invierno de 1860 a 1861. Como ya vimos al hablar de la destrucción por el Guadalquivir de las huertas del Campo de la Verdad, desde noviembre venía haciendo un tiempo de perros, con varias riadas consecutivas y enormes vendavales, según se describe en el artículo de hoy.

En este plan, el día de Reyes de 1861, domingo, a la hora tonta de la siesta, ocurrió lo imposible. Un enorme objeto (globo de dimensiones colosales y color oscuro) apareció por encima de Sierra Morena, suspendido en el aire y avanzando hacia el sur, hacia la ciudad. La atravesó, pasando, según dice el recorte, casi rozando el San Rafael de la torre de la mezquita, y continuó sin variar su dirección.

Un astrónomo aficionado pudo ver el objeto con su telescopio y dio su diagnóstico: se trataba de la cúpula de la iglesia mayor de Grum, que había cruzado volando toda España.

Para terminar de arreglar el asunto, se identifica el objeto con un amasijo de ladrillos que cayó en el patio de un sultán en Mequinez (Marruecos), provocando el desmayo de la favorita del emperador.

Vayamos por partes.

Por intenso que sea el vendaval, el huracán, o el mismísmo apocalipsis, una cúpula de ladrillo no vuela: se derrumba, se deshace, se cae, pero no sale volando desde algún punto de Europa central hasta Marruecos. Y además, ¿qué ciudad es esa de Grum? ¿Por qué no aparece en ninguna búsqueda en internet (ni Grumm, ni Grom, ni nada parecido), y en el Córdoba se la menciona como si fuera conocida por todos? Me da que ni los ladrillos del patio del sultán, ni la descripción del astrónomo, son pistas fiables para aclarar el entuerto.

¿Qué fue entonces lo que cruzó el cielo de Córdoba? Pues a mí me resulta más razonable pensar en lo que afirma el propio periodista: un globo. Una especie de dirigible, quizás, con un diseño extraño, poco reconocible. A lo mejor algún pionero de la aviación estaba haciendo sus primeras pruebas.

Los cerros de Sierra Morena cercanos a Córdoba alcanzan en ocasiones más de 500 metros sobre el nivel del mar, frente a los 170, más o menos, del San Rafael de la torre. Esto nos indicaría, si la descripción del hecho fuera ajustada, algún tipo de capacidad de control de la altitud, como en los globos aerostáticos.


Por otro lado, el hecho de que el ingenio (si lo fuera) pasara justo sobre el centro de Córdoba, con lo amplia que es la vega del Guadalquivir, podría hacernos sospechar de capacidad de dirección del vuelo.


Lo curioso es que el primer dirigible totalmente gobernable fue construido en 1863 en Estados Unidos, después de varias décadas de avances tecnológicos, desde el primer vuelo rudimentariamente propulsado (manualmente) en 1784, hasta el primero que incorporaba una máquina de vapor en Francia, en 1852.


¿Estamos ante la versión cordobesa de las fascinantes
mistery airships norteamericanas? No cabe duda de que el siglo XIX estuvo lleno de sesudos inventores adelantados a su tiempo, que de vez en cuando daban algún susto a los inadvertidos ciudadanos. Y tenían a un tal Julio Verne para irlo contando.

lunes, 26 de octubre de 2009

El aljibe califal de San Rafael de la Albaida

Al principio había un poco de confusión, y de hecho hubo alguna pintada en el amasijo de cemento y perfiles de hierro que protegían el aljibe, creyendo que aquella chapuza era la decoración definitiva de la rotonda, situada en la carretera de Trassierra. Pero no, cuando tocó hacerse la foto la rana se convirtió en príncipe, y quedó esta estructura que a los que no lean el cartel explicativo que hay junto a ella, probablemente, no les dirá nada.

Se trata, simplemente, de un depósito de agua subterráneo, un aljibe, encontrado en las obras de la Ronda Oeste, en la zona al sur de la carretera del aeropuerto, más o menos a la espalda del Urende, para entendernos. Se halló en una casa de un arrabal del siglo X, uno de los muchos que nos hemos cargado últimamente en la zona. Debía ser una casa de poderío, porque es de las más grandes de las que se pueden ver en los planos de la zona, con el clásico patio central alrededor del cual, siguiendo una galería cubierta, se van disponiendo las distintas estancias.

El aljibe mide casi tres metros de largo, y 2,60 metros de altura, y en su interior se encontró una cierta cantidad de restos de cerámica de la época. Es de agradecer que, dentro de la incalculable destrucción de los arrabales occidentales en los últimos años, se haya rescatado este trocito de historia para adornar la nueva ronda.

jueves, 22 de octubre de 2009

La calle del Zarco

En esta entrada no contaré nada de especial, ninguna historia ni ninguna anécdota. Sólo voy a dar mi voto en un hipotético concurso (un dia habría que ponerse) para elegir el nombre de calle más bonito de Córdoba, entre las tradicionales, se entiende.

Mi voto va para la calle del Zarco, que Ramírez de Arellano explica, como si nada, diciendo que llámase así de aquella cualidad de uno de sus antiguos moradores, el que a la vez era el de más viso de toda la calle. Queda por averiguar si lo del viso iba por apariencia física o por poderío económico. ¿Y lo de zarco?

Pues no había escuchado esa palabra en mi vida, pero resulta que zarco es aquél que tiene los ojos de color azul claro. Y viene del árabe, zárqa, casi sin modificación. A lo mejor por las Andalucías es común, al menos entre los abuelos, pero en casa de mis castellanos padres nunca la he oído.

Le dieron el nombre de la calle a un vecino porque tenía los ojos azules. Igual era descendiente de emires, vaya usted a saber... en cualquier caso, un bonito descubrimiento.

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La calle del Zarco se encuentra en el barrio de Santa Marina, y comunica la plazuela que hay a un lateral de la parroquia con la calle de la Reja de don Gome, cerca de San Agustín, haciendo un recodo en el que está el cine Olimpia.

martes, 20 de octubre de 2009

Fuerza y honor

Un 20 de octubre, hace dos años, la voz que se presentaba encantada y feliz como una lombriz, nuestro amigo y compañero Juan Antonio Cebrián, se nos iba para siempre. Hacer divulgación histórica y no rendir homenaje a este gigante es como olvidar a una parte de tu familia. Sin haberle conocido, nos hizo parte de su vida, nos llenó las madrugadas y nos pintó los lunes del color morado de las ojeras.

Ahora ya estás con los personajes de tus Versus, con los hombres y mujeres que hicieron historia. Como cada noche, Cebri, fuerza y honor.

domingo, 18 de octubre de 2009

Milenario (8): el Imperio que rodó por la pendiente de la locura

(ver anterior / ver siguiente)

Muhammad al-Mahdi, el cuarto Califa, pudo hacerlo peor, pero no mucho peor. Una vez que se metió en el tremendo berenjenal de la
revolución de febrero de 1009, que desalojó del poder efectivo a la dinastía de validos amiríes que, desde Almanzor, venía usurpando las funciones califales, tenía la oportunidad de devolver el equilibro al país.

Sin embargo, al-Mahdi tomó otro camino. En primer lugar, despreció a la clase gobernante de origen eslavo que los amiríes habían colocado en cargos de gran responsabilidad. Directamente, los expulsó de la ciudad, provocando sin saberlo el inicio de las taifas de Levante, que desde ese momento comenzarían a formarse en torno a estos altos funcionarios en Tortosa, Játiva, Almería, Valencia, Orihuela y otras regiones.

Aún más estúpido fue su desaire al estamento militar de origen beréber, la base de los temidos ejércitos de Almanzor. La población andalusí, que contaba con un antiguo componente norteafricano desde el siglo VIII, no veía con buenos ojos a los nuevos beréberes llegados en los últimos años del Califato. Al-Mahdi humilló a sus líderes y permitió el acoso a sus familias y propiedades, aumentando la brecha de odio.

Para terminar de cavar su propia tumba, la farsa del entierro de Hisham II, que probablemente no coló entre el resto de la familia Omeya, puso en su contra a gran parte del clan. Hisham al-Rashid, nieto del gran Abderramán III, dirigió una primera rebelión en junio, que fracasó.

Su sobrino, Suleiman, que sería llamado al-Mustain, decidió que había llegado su turno. Acumuló una gran cantidad de tropas beréberes en las cercanías de Armillat, no lejos de la actual Adamuz. Y esperó pacientemente la llegada de un aliado contra natura. Una mañana, seguramente al principio del otoño, los ejércitos de Castilla llegaban a las inmediaciones de Córdoba. Lucharían al lado de un Omeya, para destronar a otro. Era un tiempo nuevo, convulso. La agonía de la Córdoba califal.

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Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)

miércoles, 14 de octubre de 2009

Una visita a las supuestas ruinas de Cuteclara



Pues me esperaba otra cosa, francamente. Entre esparraguera y esparraguera, pensábamos comprobar el tamaño de esas ruinas que se veían en las fotos de satélite de Google Earth, justo donde el PGOU indica que están los restos del monasterio de Santa María de Cuteclara, a 37º 54' 07'' N y 4º 50' 33'' O. Todos los que lo busquen verán que hay una desviación de unos 250 m en la foto de satélite, que se repite para todos los sitios arqueológicos de la zona, como por ejemplo el pozo de la nieve.

Básicamente, lo que hay en lo alto de un pequeño cerro son las ruinas de una estructura que parece un edificio con dos naves paralelas, de unos 11 metros de largo, y 4,5 metros de ancho cada una. Se conserva un alzado de poco más de medio metro, como máximo, y en algunas partes toda la estructura está cubierta por tierra y matorral. El material es piedra y ladrillo, y como no soy arqueólogo diré que he visto lo mismo en Cercadilla y en algunos muros de casas medio caídas de Santa Marina, con lo cual no me dice nada. Algunas de las paredes están encaladas. Hay restos de material por las laderas del cerro, incluyendo algunas tejas. Aquí van algunas fotos:











Para ver el tema con perspectiva, pongo también la comparación de la zona entre 1957 y 2007, donde se puede ver como a mediados del siglo pasado había dos caminos que subían a la pequeña edificación, aunque no se llega a ver si está en mejor estado que hoy.

Y por último, un pequeño mapa de cómo llegar al sitio en cuestión.

A mí me quedó una sensación un poco extraña. La verdad es que por un lado me hace ilusión pensar que efectivamente son las ruinas del monasterio, pero no acabo de verlo... Es demsiado pequeño, podría servir como la iglesia del monasterio, pero tiene que haber algo más. Con esto sólo no vamos a ningún lado, y veo más posible que sea cualquier tipo de construcción agrícola más moderna. Si alguien conoce algún dato más que refuerce lo que que dice el Ayuntamiento en su PGOU, estaría bien que lo compartiera. Mientras tanto, habrá que creerse que allí, conocida sólo por los esparragueros, se esconde la memoria de Cuteclara.

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Si bajáis a los comentarios, queda bastante claro que estos restos marcados por el Ayuntamiento no tienen, probablemente, nada que ver con el monasterio mozárabe en cuestión.

sábado, 10 de octubre de 2009

El legendario monasterio de Santa María de Cuteclara

En la época del emirato independiente de Córdoba, concretamente en la primera mitad del siglo IX, la sociedad local era enormemente compleja. La población iba convirtiéndose, poco a poco, a las costumbres y religión de los invasores musulmanes, pero aún quedaba un amplio estrato que conservaba el latín modificado como lengua habitual, seguían considerándose cristianos y mantenían sus iglesias de barrio en las afueras de la Medina.

Algunos grupos, liderados espiritual y terrenalmente por Eulogio de Córdoba, convirtieron los monasterios de la periferia de la ciudad en reductos del más puro cristinanismo anterior al 711, que en la década de 850 serían los focos principales del llamado movimiento martirial cordobés.


Uno de estos lugares era el monasterio de Santa María de Cuteclara, que tomaba su nombre del reducido asentamiento o aldea en el que se encontraba, hoy desaparecido por completo. Ambrosio de Morales supuso que el monasterio sobrevivió hasta convertirse en el convento de la Victoria, opinión que fue despreciada más tarde por Sánchez Feria (s. XVIII), que argumentó concienzudamente que Cuteclara eran esas grandes ruinas que había en la finca de Córdoba la Vieja, bajo San Jerónimo, para acabar diciendo que no le extrañaría, por otro lado, que el poblado hubiera estado en la Albaida.

Santa María de Cuteclara, al parecer, existía desde antiguo con esa advocación, probablemente desde antes de la invasión musulmana y era un monasterio de los llamados dúplices. Es decir, albergaba una comunidad masculina y otra femenina en el mismo cenobio, siendo la femenina, según algunos estudios, predominante en este caso. Existían, por tanto, un abad y una abadesa al mismo tiempo, y de varios de ellos conocemos sus nombres, como por ejemplo de Frugelo, Pedro de Écija y Artemia. Aurea, María, Columba fueron monjas de Cuteclara, y tanto ellas como los abades mencionados son considerados santos mártires por la Iglesia Católica, al ser ejecutados a mediados del siglo IX, por su pública y deliberada ofensa al Islam.

No se tiene claro cuándo desapareció el monasterio. Sánchez Feria rechaza los datos sobre la vida de Santa Laura, que habría sido abadesa hasta su ejecución en 864 (1), y supone, en su Yermo de Córdoba, que los monjes y monjas de Cuteclara, o sus vecinos de San Salvador de Peña Melaria, habrían refundado el monasterio de Samos, en Lugo, que fue entregado en 862 a un abad cordobés llamado Ofilón, acompañado por el presbítero Vicente y la monja María. De hecho, Samos también fue en aquella época un monasterio dúplice.

Curiosamente, el Plan General de Ordenación Urbana de Córdoba nos sorprende dándonos las coordenadas exactas de lo que se supone que son las ruinas de Santa María de Cuteclara, cerca del Castillo de la Albaida, y todavía no he averiguado en qué se basó quien hizo esa identificación. Posiblemente tenga algo que ver con las excavaciones de Rafael Castejón en 1949 (Boletín de la Real Academia de Córdoba nº 61), cuando se emprendió la búsqueda de estos monasterios mozárabes.

El próximo día sacaré las fotos de cuando hace un año y medio nos dimos una vuelta por esas supuestas ruinas...

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(1) De hecho, pone a caldo en su Palestra Sagrada (IV, 42) al cronista Luitprando, por decir entre otras cosas que Santa Aurea fue abadesa y predecesora en el cargo de Laura, lo que considera falso, atizándole de paso acerca de algunas ideas sobre la justica islámica de la época. "Toda esta narración es fabulosa, y digna del fuego", dice don Bartolomé.

La imagen es un mapa esquemático de los monasterios mozárabes de Córdoba, del siglo XVII. Se puede ver, por ejemplo, la basílica de Santa Eulalia, ya tratada en el blog. El mapa me lo pasó Jerónimo Sánchez.

martes, 6 de octubre de 2009

La ciencia española no necesita tijeras

A pesar del vergonzoso espectáculo de derroche, mal uso y descarado desperdicio de dinero público que dan a diario nuestros gobernantes de todos los niveles, los Presupuestos Generales del Estado camuflan, bajo una reducción aparentemente menor, un descenso de alrededor del 15% en Investigación y Desarrollo. Un sector que vive con el agua al cuello, y al que se le retuerce un poquito más el año que viene, difícilmente podrá liderar nuevos modelos productivos ni zarandajas varias.

Muchos ya no confiamos en nada. Pero siempre queda el pataleo.

La ciencia española no necesita tijeras.

Una iniciativa de la Aldea Irreductible, estamos en Facebook y en Twitter.

La puerta del Colodro: acorralando a Vernier

Pues sí, he ahí la puerta del Colodro. El lugar que recibió su nombre por ser el punto de entrada de las tropas cristianas en la Axerquía en 1236, bajo el liderazgo de los almogávares Benito Baños y Alvar Colodro. En la época musulmana, al parecer, no existía ninguna puerta en el lugar, aunque quizás las investigaciones arqueológicas ahora en curso cambien esta idea.

El minúsculo dibujo, con muy poco detalle, es un fragmento de la pintura de Guesdon que representa a Córdoba en el tercer cuarto del siglo XIX, antes de la construcción del ferrocarril. Pero debemos mirarlo con respeto, porque es el único documento que representa, sin ninguna duda, este monumento desaparecido de la ciudad.

La puerta del Colodro aparece como un simple arco en la muralla de tapial, sin más decoración ni almenas sobre ella. Apenas se conserva un trozo de muro por encima del arco, y el aspecto general es bastante ruinoso. Esta simplicidad en sus formas determinó, probablemente, que no quedara de ella ninguna descripción en las obras de la época.

En principio, la fidelidad de la imagen se puede tomar como alta. Las puertas de Almodóvar, Puente y Osario del mismo dibujo, de las que disponemos de fotografías, son prácticamente calcadas en la pintura de Guesdon, que se basó en una suerte de protofotografía llamada daguerrotipo.

La puerta del Colodro fue derribada entre finales de 1882 y el mes de enero de 1883, en el marco de una reforma del camino de las Ollerías que acabó de forma simultánea con la puerta de la Misericordia. Curiosamente, la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos autorizó el derribo a condición de que una placa conmemorase para siempre el hecho histórico ocurrido en aquel lugar (1).


Y a todo esto, ¿es esta la puerta que dibujó Vernier en su estancia cordobesa? Es de las mejor situadas, desde luego. Para mí no es la favorita, pero debo reconocer que no hay ningún argumento de peso que la descarte. Hay que tener en cuenta, eso sí, las importantes diferencias que se ven entre las dos imágenes. Aunque no venga al caso, podemos tomar como ejemplo la iglesia de San Agustín, que está más o menos a la misma distancia que el Colodro en la pintura, y que se representa de manera bastante fiel, aunque con algunos errores:


La pintura de Guesdon corresponde al principio de la década de 1860, cuando Vernier contaba 30 años. Al ser derribada la puerta, el artista estaba dedicado ya casi en exclusiva a pintar marinas en la costa francesa, a sus 53 años.
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(1) Cristina Martín López, Córdoba en el siglo XIX: modernización de una trama histórica.
La foto aérea de San Agustín está tomada por Rafa Tena desde su paramotor. Ver "Córdoba desde el cielo"