viernes, 18 de abril de 2008

La venida de Gómez

A mediados de un siglo XIX que estuvo plagado de enfrentamientos entre españoles, la cuestión sucesoria posterior a Fernando VII prendió la mecha de las llamadas Guerras Carlistas. La primera de ellas, que duró desde 1833 a 1840, fue la más intensa.

Con los carlistas controlando poco más que el País Vasco, Navarra y parte de La Rioja, saltando de ciudad en ciudad y perdiendo y ganando territorios constantemente, sus mandos concibieron el plan de extender la guerra a todo el país. Para ello, se armó en 1836 una columna compuesta por unos tres mil hombres, que partieron de Amurrio (Vizcaya) hacia Galicia, al mando de Miguel Gómez. En la línea habitual, y a pesar de la adhesión de centenares de voluntarios, perdieron Oviedo y Santiago en el mismo momento en que siguieron su camino a la conquista de más ciudades: no eran capaces de extender su control más allá de los núcleos urbanos ocupados.

El general Gómez, entonces, decidió actuar por su cuenta, emprendiendo una "larga marcha" que le llevó por media España, con el ejército cristino pisándole los talones, atravesando la meseta castellana y llegando a Andalucía junto a unos 8.000 hombres, ya que a la partida original se le habían unido otros grupos. El 30 de septiembre de 1836 se plantaron a las puertas de Córdoba.

Cuenta Ramírez de las Casas-Deza que las puertas estaban cerradas y la Guardia Nacional aprestaba a sus escasos efectivos para la defensa. Los carlistas entraron por la puerta de Baeza, sorprendiendo a la población y a los nacionales, que no se explicaban cómo Gómez había podido llegar hasta allí con tan escuálida división, si la comparamos con el ejército que le venía persiguiendo desde hacía semanas.

Los cristinos se refugiaron en el Alcázar y otras fortificaciones, que se vieron obligados a abandonar ante la falta de ayuda exterior. Fueron hechos prisioneros y, llevados con los carlistas cuando éstos abandonaron Córdoba definitivamente el día 14 de octubre, por la puerta del Rincón y a la carrera por haberles sorprendido la división nacional de Alaix. Terminaba así la "venida de Gómez", la semana en que Córdoba participó del surrealismo que en ocasiones impregnó aquellas campañas.

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