miércoles, 30 de abril de 2008

Una poesía de García Baena

Una poesía, homenaje a la dignidad que vive en el recuerdo fiel de lo que fue nuestra ciudad. De Pablo García Baena, del Grupo Cántico.


Córdoba
A Carlos Castilla


¿A quien pediremos noticias de Córdoba?
Porque las piedras que amabas a la tarde han sido derribadas,
talados los cipreses y su claustro de salmos silenciosos,
destruidos los arcos,
el capitel rodó sobre la ortiga
y los artesonados aplastaron blasones,
soberbia, yelmos, gules...
Corrio la lagartija sobre lises
y las manos falaces arrasaron vergeles,
enmudeció la esquila en la espadaña,
abatieron dinteles, picaron tracerías. hundieron hornacinas
y a la venta pusieron atauriques,
teselas. surtidores, plata ilustre de ofrendas
y cobraron monedas de la traición tus hijos,
subastaron tus lágrimas, oh madre,
patria mía.

No había más belleza en este mundo
Por las calles de cal cuando furtiva
ajena sombra iba enamorada,
incansable de sol a sol,
tejiendo el embeleso luna a luna,
telones y murallas, celosías
de altas clausuras,
palmas de sombra sobre tapias blancas,
era ya solo amor el escenario,
la letanía armoniosa de los nombres:
Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo,
Plaza de los Aguayos, Piedra Escrita,
Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo
¿Que ramos de tristeza los naranjos al cielo levantaban?
¿Que soledad y sus aspas de relente
enfriaban heridas como joyas?
Fuentes cegadas, oigo vuestros caños por la memoria,
vivas gargantas sollozantes.
Palpo el mármol, los fustes, las verdinas
sobre bronces ecuestres. Aromas como anillos
ciñen nupcias, suben por galerias desvaídas:
jazmín morisco, lilas, ajedrea.
Edén siempre perdido,
concédeme el recuerdo y su llave de niebla.

Don Luis se alejó por la calleja,
el Duque miró el ángel dorado del ocaso,
volvió al baño Lucano y tus hijos
de la campiña fueron a trabajar a Dusseldorf
Amarillas banderas
como présagas aves codlciosas
enlutaron terrazas. Usura y avaricia
la heredad repartieron destruyéndola,
dividieron tu suelo,
echaron suertes
sobre el solar patricio,
fonsque sophiae,
mientras te disfrazaban percalinas
para un siniestro carnaval turístico,
oh inmortal, eterna, augusta siempre,
oh flor pisoteada de España.

domingo, 27 de abril de 2008

Las conquistas italianas del Gran Capitán (I)

En los últimos días de abril de 1495, los puertos de Cartagena y Alicante rebosan de actividad. Afluyen a ellos decenas de navíos, muchos de ellos abarrotados de soldados de infantería, que llegan a la concentración de tropas ordenada por el rey Fernando el Católico.

Más de cinco mil hombres se agolpan ya en los campamentos de las afueras, y entre ellos, explorando sus sensaciones y su nivel de moral, cabalga Gonzalo Fernández de Córdoba, uno de los artífices de la toma de Granada. A sus cuarenta y dos años, inteligente, curtido en la guerra civil de Castilla y en las últimas etapas de la Reconquista, Fernández de Córdoba puede notar en el ambiente el respeto hacia su figura.

Su misión era clara: debía expulsar a los ejércitos franceses del reino de Nápoles, y asegurar el dominio aragonés al sur de los territorios del Papa. El rey francés Carlos VIII había enviado allí duque de Montpensier, quien había ocupado las principales ciudades napolitanas.

Sesenta navíos y diez leños (a vela y remo) transportarían a seis mil infantes y casi un millar de jinetes hasta Sicilia, territorio aragonés, y después hasta Calabria, en el extremo sur de la península Itálica, donde se hicieron fuertes. Gonzalo Fernández de Córdoba se trabajó la lealtad de sus hombres dirigiéndoles con mano maestra y forzando sus posibilidades con largas marchas hacia sus objetivos.

El magistral manejo de la flota por el conde de Trivento, Galcerán de Requesens, permitió a los españoles bloquear y amenazar los puertos ocupados por Francia, causando revueltas de la población en la misma capital, Nápoles.

Por tierra, el Gran Capitán avanzó hasta recluir a los franceses en Gaeta, al norte de Nápoles, y en Tarento, cerca de la costa adriática. En estos últimos actos de la campaña, al bloqueo naval y a la colaboración de los aliados venecianos se unión el efecto de la peste declarada entre las filas de Montpensier, quien murió en Gaeta, marcando el final de la resistencia francesa.

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Con cariño para Antonio

jueves, 24 de abril de 2008

Abrazamozas



A medio camino entre las Tendillas y la Trinidad, comunicando la plaza Doctor Emilio Luque con San Felipe, se encuentra la estrecha calle de Valdés Leal. Sin embargo, hasta 1862, en que se quiso recordar para siempre a este pintor cordobés dándole su nombre a esta callejuela, se la había conocido como Abrazamozas, al menos desde el siglo XVIII.

Contaban antiguamente a modo de enseñanza que un joven atrevido, de los muchos que se dedicaban a dar serenatas a las mujeres de la ciudad, solía ser algo más decidido que sus compañeros y siempre acababa por abrazar ("abrazar") a las damas que rondaban por aquel barrio.

Una noche se encontró con una, bien alta, que venía andando por la calle de los Leones (hoy, Sevilla), con el rostro tapado y todo el cuerpo cubierto, y que se resistió más de lo habitual a su cortejo. Por más que ella insistió en que la dejara marchar tranquila, él la siguió hasta la calle de la Palma, antiguo nombre de Abrazamozas, donde le hizo un último requerimiento.

La mujer, deteniéndose, le advirtió. Si quería un abrazo, podía exponerse a consecuencias poco agradables. Considerando esta amenaza como una muestra de debilidad, la rodeó con sus brazos y sintió bajo la tela el frío roce de un amasijo de huesos desnudos, sin carne ni piel, de un esqueleto fantasmal que le heló el ánimo al corresponderle en su abrazo y no dejarle marchar. El muchacho perdió el conocimiento y le encontraron a la mañana siguiente, tirado en la calle y convencido de que, desde aquel día, iba a cambiar algunos hábitos.

lunes, 21 de abril de 2008

Y tocar el cielo en las Tendillas

Muchos de los que cada domingo van al Nuevo Arcángel a ver convertirse en infinitos los diez últimos minutos de cada partido estaban allí aquella tarde mágica de 1962. El 16 de septiembre en que el Córdoba, es decir, aquel Córdoba, salió al césped a enfrentarse al Valladolid y a dejar su huella en la historia del fútbol. Empezaba la temporada en Primera División.

Roque Olsen en el banquillo. Benegas, Simonet, Mingorance, Navarro, Martínez, Marañón, Riaji, Juanín, Miralles, Vázquez y Homar creando para el cordobesismo del futuro una leyenda a la que agarrarse en las aciagas tardes de paseo al borde del pozo. Casi los mismos (salvo Paz y Costa) que el 1 de abril habían celebrado en el Colombino, ante diez mil cordobeses, el 0-4 con el que el equipo lograba el sueño acariciado desde su fundación en 1954, a partir de las cenizas de anteriores proyectos.

En el estreno, con el antiguo estadio del Arcángel convertido en una fiesta, la leyenda tomó forma cuando Juanín, en el minuto 59, se encontró con un balón en el punto de penalti y lo hizo volar hasta el fondo de la portería del fondo sur. Fue el primer gol y la primera victoria del Córdoba entre los grandes. Días de gloria, para soñar.

viernes, 18 de abril de 2008

La venida de Gómez

A mediados de un siglo XIX que estuvo plagado de enfrentamientos entre españoles, la cuestión sucesoria posterior a Fernando VII prendió la mecha de las llamadas Guerras Carlistas. La primera de ellas, que duró desde 1833 a 1840, fue la más intensa.

Con los carlistas controlando poco más que el País Vasco, Navarra y parte de La Rioja, saltando de ciudad en ciudad y perdiendo y ganando territorios constantemente, sus mandos concibieron el plan de extender la guerra a todo el país. Para ello, se armó en 1836 una columna compuesta por unos tres mil hombres, que partieron de Amurrio (Vizcaya) hacia Galicia, al mando de Miguel Gómez. En la línea habitual, y a pesar de la adhesión de centenares de voluntarios, perdieron Oviedo y Santiago en el mismo momento en que siguieron su camino a la conquista de más ciudades: no eran capaces de extender su control más allá de los núcleos urbanos ocupados.

El general Gómez, entonces, decidió actuar por su cuenta, emprendiendo una "larga marcha" que le llevó por media España, con el ejército cristino pisándole los talones, atravesando la meseta castellana y llegando a Andalucía junto a unos 8.000 hombres, ya que a la partida original se le habían unido otros grupos. El 30 de septiembre de 1836 se plantaron a las puertas de Córdoba.

Cuenta Ramírez de las Casas-Deza que las puertas estaban cerradas y la Guardia Nacional aprestaba a sus escasos efectivos para la defensa. Los carlistas entraron por la puerta de Baeza, sorprendiendo a la población y a los nacionales, que no se explicaban cómo Gómez había podido llegar hasta allí con tan escuálida división, si la comparamos con el ejército que le venía persiguiendo desde hacía semanas.

Los cristinos se refugiaron en el Alcázar y otras fortificaciones, que se vieron obligados a abandonar ante la falta de ayuda exterior. Fueron hechos prisioneros y, llevados con los carlistas cuando éstos abandonaron Córdoba definitivamente el día 14 de octubre, por la puerta del Rincón y a la carrera por haberles sorprendido la división nacional de Alaix. Terminaba así la "venida de Gómez", la semana en que Córdoba participó del surrealismo que en ocasiones impregnó aquellas campañas.

martes, 15 de abril de 2008

Los cordobeses de la II República

El 14 de abril de 1931, hubo dos cordobeses entre los hombres que dirigieron, a través de los acelerados acontecimientos de aquellas horas, el rumbo que habría de tomar el país. En casa del republicano Miguel Maura se agolpaban varios de los dirigentes que en los últimos años se habían destacado en su lucha por sustituir la Monarquía por una República moderna. Allí estaban Niceto Alcalá Zamora (Priego de Córdoba, 1877 - Buenos Aires, 1949) y Alejandro Lerroux (La Rambla, 1864 - Madrid, 1949).

Alcalá Zamora fue el hombre de consenso elegido para presidir el gobierno provisional, y luego para ser el Presidente de la República desde 1931 hasta 1936. Había estado presente en todas las conspiraciones antimonárquicas que se habían sucedido desde 1930, pasando por la cárcel y representando, en el Pacto de San Sebastián, al republicanismo conservador. Desde su cercanía ideológica a la derecha, trató de ser el contrapeso de los gobiernos reformistas de Azaña hasta el 33 y de controlar a los radicales y cedistas desde entonces hasta el 36. Expulsado de su cargo tras ganar el Frente Popular las últimas elecciones en paz, el golpe de julio le pilló en unas vacaciones de las que ya nunca regresaría.

Alejandro Lerroux fue, por su parte, el protagonista de uno de los viajes ideológicos más curiosos de la política española. No se puede definir de otra manera a aquél que a principios del siglo XX (fue diputado ya en 1901) iba proponiendo "elevar a las novicias a la categoría de madres", y en 1936 se puso de parte de los militares golpistas. Y sin embargo, yendo de extremo a extremo, la II República le pilló con su Partido Radical situado más o menos en el centro político, entre la izquierda que pedía la revolución y la derecha reaccionaria. De hecho, fue el último recurso de Alcalá Zamora para encontrar Presidente del Gobierno en varias ocasiones. Sin embargo, tras varios casos de corrupción, que algunos historiadores han llegado a considerar conspiraciones, uno de los pocos hombres que tenía el prestigio y la voluntad para sacar adelante el régimen tuvo que dejar el gobierno a mediados del 35. Probablemente, fue la última oportunidad de la II República.

sábado, 12 de abril de 2008

Vicios de ayer y hoy

Como quien anuncia un Frenadol, se anunciaban estas pastillas a finales del siglo XIX. Concretamente, en el desaparecido periódico "El Comercio de Córdoba" del miércoles, 22 de septiembre de 1897. Al igual que otros muchos días, aparecía la publicidad de las pastillas Bonald, que prometían curar toda clase de afecciones de boca y garganta, incluyendo los efectos nocivos de la nicotina.

¿Y cuál era el ingrediente secreto de estas pirulitas? Sí, señor, cocaína, presentada una treintena de años atrás como una panacea médica, al igual que ocurriría con otras sustancias como la heroína, que también comercializaba la misma marca. Toma, niño, que no tosas.

Es de suponer que los farmacéuticos de Córdoba se darían de tortas en el andén de la estación cuando se descargaran las cajas procedentes de Madrid: la farmacia que dispensara las píldoras tendría la clientela más fiel de la ciudad. Eso por no hablar de algún farmacéutico que las hubiera probado él mismo, y que estaría un pelín más agresivo que los demás.

miércoles, 9 de abril de 2008

La semilla de un símbolo

No sabemos si hubo sueño en la vida real o sólo en la mente creativa de algún poeta posterior. El caso es que Abderramán I "el Inmigrado" (Abd al-Rahman I al-Dajil) decidió, en el año 785 y tras veintinueve de reinado, emprender una obra que le permitiera honrar a Alá y que a la vez le garantizara la celebridad perpetua.

La versión más aceptada nos dice que compró a los cristianos cordobeses (a un precio más que digno, a pesar de no estar éstos en la mejor posición negociadora) su principal templo, el de San Vicente Mártir, erigido en el siglo VI y que creyentes de ambas religiones habían compartido tradicionalmente desde la conquista. Cien mil monedas de oro sirvieron para disponer de un solar junto al Alcázar emiral donde construir la nueva mezquita Aljama de la ciudad.

En tan sólo dos años, entre 786 y 788, cuando muere el emir, se levanta un primer bosque de columnas compuesto por once naves, en las que algunos historiadores han querido ver un reflejo del primitivo urbanismo romano, postulando que algunos kardines habrían quedado fosilizados en ellas.

Aquella primera mezquita era cuadrada, con setenta y cinco metros de lado ocupados por una parte destinada a la oración al sur y un amplio patio al norte. La nave central de las once era más ancha que las demás, y al final de ella se situaba el mihrab, el lugar más sagrado del templo, que sobresalía como un pequeño ábside en el muro sur o de la qibla.

Gracias al fulgurante ritmo de los trabajos, fruto de la reutilización de materiales de otros edificios de la ciudad, Abderramán I pudo orar en la Aljama, como en su sueño. Puedo escuchar la voz del moecín desde el primitivo alminar de unos treinta metros que presidía el conjunto. Y una última noche cerró los ojos en paz con su renacida dinastía, con su patria adoptiva y con su dios.

domingo, 6 de abril de 2008

A Santiago

Puede que algún día, paseando por las cercanías del arroyo Pedroche o del Santuario de Linares, nos haya sorprendido una flecha amarilla pintada sobre una piedra o sobre un árbol. No es una marca para senderistas, ni por si se pierde alguien en la romería: son las señales que, repartidas por toda España y parte de Europa, indican cualquiera de los caminos que llevan a Santiago de Compostela.

El Camino Mozárabe, que pasa por Córdoba, es recorrido de manera ocasional por algunos peregrinos aventureros que entran en nuestra provincia por las cercanías de Alcaudete, en Jaén, procedentes de Granada. El trazado de la vereda de Granada les lleva hasta el límite del término municipal de Córdoba, al que entran en las cercanías de la ciudad en ruinas de Ategua, donde las flechas amarillas se mezclan con las indicaciones de los senderos de largo recorrido.

El peregrino llega a Córdoba por Fray Albino, cruza el puente romano y se dispone a disfrutar de una de las más importantes ciudades que verá en su ruta, junto con Mérida y Salamanca, por poner algún ejemplo.

Siguiendo el trazado de la vía Corduba - Emerita, fosilizado en el entramado urbano, el Camino sale del casco histórico por la puerta de Plasencia (Trinitarios) y salva el cuartel de Lepanto por la calle Sagunto para enfilar hacia el norte por la calle Cinco Caballeros, cruzar Carlos III y dejar Fátima al este al pasar junto a la antigua cárcel. Destruido en esta zona el itinerario original que incluía al pequeño puente romano, el peregrino deberá buscar la primera flecha amarilla exterior a la ciudad en un puente moderno sobre el arroyo Pedroche justo al norte de la carretera que atraviesa el polígono, desde donde será ayudado por las indicaciones de la llamada Ruta Naranja de senderismo, que coincide con el Camino de Santiago.

viernes, 4 de abril de 2008

Cosmopoética

Un inciso. Estos días, Córdoba es algo en el mundo. Así que os invito a todos a participar de ello, sea en el Gran Teatro, en Maravia (calle Caño), en Tula Prints (Puerta de Osario), en la sala Capitulares, en el Colegio de Arquitectos (Gran Capitán), en Arte21 (entre Caño y Osario), en el Teatro Avanti (junto a Salesianos), o en plena calle. En el Puente Romano o en la cárcel. En la Universidad o en la Corredera.

Cosmopoética es el encuentro de la poesía del mundo en nuestra ciudad. Y no hace falta ir a ella, la poesía (de los ojos y de los oídos) viene a nosotros los fines de semana en los pubs de la ciudad. Hoy, en La Comuna. Mañana, en el Can Can. Un poco de música, jóvenes escritores y algo distinto para los sentidos.

Todos los días hasta el 20 de abril hay varias actividades. Podéis ver el programa aquí.

jueves, 3 de abril de 2008

El ángel y el emir

Larga es la noche en el palacio de la Arruzafa. El emir se retuerce en su lecho, sus sueños viajan por su vida, por su destino, por sus miedos. Por su gloria.

Sus ojos cerrados atisban una figura difusa, luminosa. Es un ser de espíritu, y al espíritu le habla. Le llama emir, gran rey, y él se complace. Como cada día, como corresponde al hombre más poderoso sobre la piel de toro que se extiende desde Algeciras a la tierra de los vascones. Abd al-Rahman, Abderramán I, a quien llaman el Inmigrado. Le reconoce como tocado por Alá. Alá te ha dado el triunfo, ha devuelto tu dinastía al trono de un gran país. Rey de Al Andalus independiente, nadie te hace sombra en la tierra gracias al poder de Alá.

Abderramán sospecha. Ha aprendido a desconfiar de los halagos excesivos, aun viniendo del mismo Dios. Hombre sabio, pues llega la pregunta:

¿Qué le has dado tú a cambio?

El emir ve pasar ante él las enseñanzas de su infancia, los consejos de los alfaquíes, decenas de suras se agolpan en su recuerdo. ¿Cómo ha podido olvidarse de dar gloria a aquél de quien le viene todo el poder, toda la riqueza, todo lo que es?

Baja la cabeza, desparece la imagen celestial, una vuelta en la cama. Ahora no sabe qué está viendo. No lo reconoce. Es un bosque de piedra, se asemeja a un palmeral interminable. Enormes lámparas cuelgan del artesonado, decenas de columnas forman pasillos que se entrecruzan ante sus ojos. Hay algo aún más impresionante: los colores. Blanco y rojo se alternan en una sucesión sin fin de piedras y ladrillos que soportan el peso de las techumbres.

Puede escuchar un moecín que llama a la oración, su letanía le reconforta. De pronto, la luz. Entra por todos los costados, luz de mediodia, por las puertas de levante, del oeste, por el patio del norte donde mueren las naves. La claridad le hace revolverse y despertarse.

De vuelta su mente a la Arruzafa, se levanta y se asoma a la ventana, contemplando Córdoba, la ciudad que él ha engrandecido. Abderramán se toca la barba, se apoya en el alféizar y le pide a Alá, quien tanto le ha dado, que le regale, solamente, unos años más. Aún le queda algo por hacer.